Hoy Jesús nos nos regala una frase que resuena especialmente en medio de las prisas, los miedos y las incertidumbres del día a día: ?La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo?. Jesús no habla de una paz superficial, de esa que sentimos solo cuando todo va bien, cuando tenemos el móvil cargado, las facturas pagadas y ningún problema a la vista. No. La paz de Jesús es otra cosa. Es una paz que se mantiene incluso cuando todo eso falta. Una paz que no depende de lo externo, sino de una confianza profunda en que Dios camina con nosotros.

Es la paz que tomamos consciencia cuando uno para un momento, respirar y recordar que no estás solo, que Él siempre nos acompaña. Es esa calma que llega cuando un amigo te decepciona, pero eliges perdonar en vez de responder con rencor. Es la serenidad de una madre que, aunque esté agotada, sonríe mientras prepara la cena porque sabe que su entrega tiene sentido. Es la decisión de un joven que, en lugar de dejarse llevar por la presión del grupo, se mantiene firme en lo que cree, aunque eso lo haga parecer raro.

Jesús dice también: ?Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde?. Y es que hoy, más que nunca, hay muchas cosas que pueden turbarnos: las noticias, las redes sociales, las comparaciones, los fracasos personales. Pero Jesús nos invita a no dejarnos arrastrar por todo eso. Él no minimiza el dolor ni la lucha; de hecho, advierte de la presencia del ?príncipe de este mundo?. Pero deja claro que ese mal no tiene poder real sobre Él, y por tanto, tampoco sobre los que están unidos a Él.

Este mensaje es actualísimo: no estamos solos ni perdidos, aunque a veces lo parezca. Jesús nos deja su paz, una paz que no es evasión, sino fuerza. Nos anima a mirar la vida con esperanza, sabiendo que todo tiene sentido en el amor del Padre. Por eso, aunque haya días grises, podemos vivir con el corazón en alto. Como quien sabe que al final, pase lo que pase, el Amor tiene la última palabra.